El primer criterio que barajan las personas con discapacidad a la hora de elegir su destino de vacaciones es que este tenga buena accesibilidad, algo que se convierte en su primer obstáculo porque la información existente es escasa o nula.

“Las dificultades empiezan a la hora de planificar las vacaciones”, explica a Efe el presidente de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe), Anxo Queiruga.

Y es que este colectivo tiene problemas para saber los niveles de accesibilidad que tienen los destinos, ya que las empresas turísticas no facilitan estos datos y, aunque los obstáculos físicos de acceso cada vez son menores, la información es “imprecisa o incorrecta”, apunta Queiruga.

Para el presidente de la Comisión de Turismo del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), Francisco Sardón “esto provoca que muchas de estas personas no vayan a numerosos destinos porque desconocen si son accesibles o no”.

En ocasiones, explica a Efe, los lugares tampoco tienen la accesibilidad que prometían, motivo por el que en la época estival se multiplica el número de quejas y denuncias sobre este asunto ante las asociaciones de consumidores.

Aunque los accesos han mejorado, es extraño que un usuario pueda acceder a la información en braile -en el caso de los invidentes- o a la lectura fácil -si se trata de una persona con discapacidad intelectual- cuando viaja.

Y es que a las barreras físicas y arquitectónicas hay que sumarle las cognitivas y de compresión, que son las que afectan a los ciudadanos con discapacidad intelectual.

Es frecuente que las empresas turísticas informen con símbolos del grado de accesibilidad, algo que estas asociaciones califican de “confuso”.

Porque que un hotel cuente con el símbolo de la silla de ruedas, sólo significa que es accesible para quien la utiliza, pero en ningún caso supone que ese establecimiento turístico esté adaptado a otro tipo de discapacidades.

Para el arquitecto y especialista en accesibilidad, Enrique Rovira-Beleta “fallan los detalles, tanto en la información, como en su ejecución y señalización”.

“Aproximadamente el sesenta por ciento de los espacios turísticos ofrecen un grado de accesibilidad básico“, pero “muy pocos” cumplen la normativa al cien por cien, denuncia Sardón a Efe.

El turismo accesible se paga y, además, es más caro. “Estas vacaciones tienen un sobrecoste del veinticinco por ciento”, sobre las que disfrutaría cualquier persona sin discapacidad, asevera.

Y esto tiene una explicación: la ley sólo exige a los hoteles de cuatro o más estrellas cumplir con los requisitos mínimos de acceso. Esto hace que sean muchas las viviendas, espacios rurales u otros establecimientos, más baratos para el turista, los que no cuentan con medidas de accesibilidad para este colectivo, que se ve obligado a realizar un mayor desembolso.

Lo mismo sucede con el ocio: apenas existen piscinas accesibles, gimnasios, discotecas, zonas deportivas o de juegos… apunta el arquitecto Rovira-Beleta.

Los restaurantes más “corrientes” tampoco suelen ser accesibles, además a lo que se suma que el transporte no siempre está adaptado en las ciudades y les obliga a recurrir al uso del taxi.

Parece que ir a la playa es algo más sencillo para este colectivo, ya que en las 586 zonas donde ondea la bandera azul está garantizada la accesibilidad, aunque aquí la información también es escasa, matiza Sardón.

En España existen varios ejemplos de ciudades que tienen un alto grado de accesibilidad como Barcelona, Valencia, Málaga, Tenerife, Oviedo, Sevilla o Madrid.

Sin embargo, los expertos coinciden en que todavía queda camino por recorrer, ya que, en opinión del presidente de Cocemfe, “hace falta cultura de accesibilidad universal en España” y darnos cuenta de que esto beneficia a toda la sociedad.

Fuente: Heraldo

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