A las 21:30 del viernes salió de sus clases de Comunicación, en el American Junior College, en la Toledo, en el centro norte. Abrió la puerta del Hyundai y con las manos se sujetó de los brazos de su silla de ruedas, como si fueran las barras fijas de una gimnasta. En segundos, su impulso la llevó al asiento del auto. Condujo hacia La Tokata, en la av. Eloy Alfaro. Allí estaba su esposo, Ricardo Rodríguez.
A Carolina Lasso, de 39 años, le parece que ahora Quito es más accesible para quienes tienen movilidad reducida como ella. Hace dos décadas iba a dar una vuelta en un vehículo con amigos. Pasaban por el redondel El Ciclista en la av. De los Granados y un conductor ebrio les chocó y cambió su vida. No puede caminar. Se ha adaptado a eso y baila, canta, juega tenis.
Irene Rosenfeld, dueña del bar karaoke, conoce a Lasso, asistente de una gerencia en Repsol. Y a su marido Ricardo, de 40 años. Llevan casados tres años; se conocen desde los 12.
Carolina solo necesita que coloquen su silla junto al auto, cuando lo parquea, para bajar hasta ella. Su marido, amoroso y solidario, la empuja. La entrada del bar permite que acceda al primer nivel, es una bajada. Cuando no hay opción, la gente con discapacidad física llega a segundos pisos de discotecas en brazos de familiares.
En el país hay una guía de turismo accesible. Por provincia se ubican sitios con rampas, baños y parqueos amigables. En Quito aparecen unos 20, entre hoteles y restaurantes como Achiote y Pim’s. Pero en la ciudad existen alrededor de 3 000 locales de venta de comida. Es más común entre las franquicias de comida rápida, que no constan en el listado.
Carol y su pareja ven un espacio en la mesa de Viviana Jaramillo y su esposo. Piden permiso para compartirla. La señora pensaba que la vida de personas con esa discapacidad era más limitada. Le encanta verlos disfrutando de la noche. Más quiteños en silla de ruedas consiguen trabajo y tienen recursos para divertirse. Ya que las firmas deben contar con 4% de personal con discapacidad.
Lo recuerda Xavier Torres, vicepresidente del Conadis. Prefiere sitios como Friday’s, con rampas y sanitarios accesibles, para no depender de nadie. Sufrió una lesión, que le provocó paraplejia a los 26, tiene 51 años. Se mueve en silla y en un vehículo automático.
En el 2000, el Inen aprobó normas técnicas de accesibilidad. En el 2009 se actualizaron y son obligatorias. Al no existir un ente de control, aún hay sanitarios con puertas que no se abren hacia afuera y no tienen el espacio adecuado para una silla o para gente obesa. En la ciudad cumplen las normas los locales con distintivo Q, reconocimiento de Quito Turismo a establecimientos de calidad.
Carlos Caicedo, del Conadis, revisa 28 nuevas normas que deberán aplicarse en parques infantiles inclusivos, por ejemplo, hasta diciembre del 2015. Y ya está capacitando a empresarios de La Mariscal.
“No somos conductores chambones (poco hábiles), pero necesitamos parqueos más grandes”, señaló Patricio Holguín. El espacio debe medir 2,50 por 5 metros, como los estándar. Más una franja de un metro, para que puedan pasar desde la silla al vehículo. Nació el 26 de enero de 1968, tiene 46 años. El martes recordó con pizza, entre amigos, su cumpleaños 7 del accidente.
El 11 de noviembre del 2007 su vida dio un giro, tras un accidente en moto. Reside solo en El Condado, en la primera planta de un edificio con ascensor. Todos los días conduce su Toyota hacia la Granados, a su empresa Tecno Escape. Los dos primeros años se quedó en la casa paterna. Pero salió. Entendió el mensaje de su fallecido papá. Quería que fuera independiente.
Con su grupo de amigos que se mueven en silla de ruedas llaman ‘muñecos’ a quienes dependen de terceros. Todos pasan por esa etapa. Va seguido al Quito Tenis y Golf Club de El Condado. Allí han construido rampas y mejorado los baños, para que puedan usarlos.
“Se aprende de los iguales, de quienes pasan por lo mismo”, dijo. Con sus brazos mueve su silla, que pesa 15 libras. Si un sitio no es accesible y les gusta, igual lo frecuentan. No se limitan y piden ayuda para llegar.
Liliana Zanafria, quien también se moviliza en una silla de ruedas, presidió el Consejo Metropolitano de Discapacidad en Quito entre el 2006 y 2010. Ella insiste en que es necesario que se cumpla con la normativa INEN en la ciudad. No solo en lo privado sino también en lo público, en donde hay rampas que no cumplen con la pendiente necesaria.
Zanafria apuntó que se trata de medidas afirmativas, que no perjudican a otras personas. Estas construyen una urbe más inclusiva para quienes tienen algún tipo de discapacidad .
Fuente: Diario El Comercio