Ignacio Osorio de Rebellón Villar es arquitecto y responsable del área de accesibilidad universal de Predif, una asociación sin ánimo de lucro, de ámbito estatal y que representa y realiza programas a favor de más de treinta mil personas con discapacidad gravemente afectadas. Ayer participó en un curso para mejorar la atención ofrecida a las personas con discapacidad en los establecimientos y destinos turísticos, organizado en colaboración con el master en dirección del turismo de la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales Jovellanos.
-¿Qué labor hacen ustedes?
-Intentamos firmar convenios con todo tipo de empresas y organizaciones, que no son vinculantes pero sí sirven para hacer diagnóstico, evaluar y concienciar sobre las necesidades de las personas con discapacidad. Disponemos además de una publicación en la que recogemos los establecimientos adaptados y que los usuarios pueden consultar para ver cuáles de ellos se adaptan a sus necesidades, qué características tienen.
-¿Con qué problemas se encuentran los discapacitados a la hora de hacer turismo?
-Existe un desconocimiento absoluto en cuanto a sus necesidades, estamos hablando de una gran discriminación. Los problemas muchos: en el caso de una persona que vaya en silla de ruedas son evidentes, porque con un simple escalón ya se le está prohibiendo la entrada a un establecimiento. En el caso de una persona ciega, si no hay una carta en braille en el restaurante hay que leérsela, tiene que memorizarla y se le corta su autonomía. Y así con todo; en el caso de discapacidades intelectuales pasa lo mismo: si los servicios del hotel no están bien explicados se está produciendo una discriminación.
-¿Los negocios se conciencian y toman medidas?
-Se conciencian todos, pero los tiempos en los que estamos hacen que si se necesitan alguna inversión de envergadura se echen para atrás. De todas formas, si las adaptaciones para hacer el local accesible se hacen de partida, no suponen un gasto mucho mayor.
-¿Se está desperdiciando un nicho de mercado?
-Efectivamente, estamos ante un mercado muy grande. Las personas con discapacidad muchas veces cobran una pensión, no tienen trabajo y pueden viajar a lo largo de todo el año, lo que supone una importante desestacionalización del sector. Hay hoteles especializados que llenan el invierno con personas discapacitadas y mayores. A ello se suma que suelen viajar acompañados.
-¿Perciben la frustración de los discapacitados ante la falta de accesibilidad a los servicios turísticos?
-Continuamente, aunque lo llevan muy bien. A las personas con discapacidad no les gusta tener que depender. Siempre va a haber alguien que les ayude, pero lo que busca este tipo de turista es la independencia y la autonomía personal.
Fuente: La Nueva España