El 1 de septiembre, Oliver y su hermano Juan Luis Marfil decidieron comenzar el Camino de Santiago siguiendo la ruta francesa empezando en Roncesvalles, que está a 800 kilómetros de su destino. La complejidad de este plan, que realizan miles de personas al año, es que Juan Luis tiene un 96% de discapacidad debido a una parálisis cerebral que le hace ir en silla de ruedas. «Era una aventura que queríamos realizar juntos desde hace mucho tiempo y además que sirviese para algo», afirma Oliver. A pesar de no ser los primeros en hacer este recorrido en silla de ruedas, lo que hace que sea diferente es que intentarán no coger las rutas alternativas que hay y seguir el mismo camino que hacen el resto de personas.
A raíz de esta decisión surgió ‘Camino sin Límites’, una plataforma por la cual los hermanos van colgando vídeos y fotografías de todo lo que va sucediendo durante su trayectoria. Además, han creado un reto para conseguir un total de 6.000 euros a través de donativos que haga la gente para destinarlos a la asociación Accesibilidad para Todos ‘La Ciudad Accesible’, que tiene su sede en Granada. De momento, en el poco tiempo que llevan ya han conseguido reunir más de 5.000 donaciones, algo de lo que están muy orgullosos y esperan poder superar el tope establecido en un principio.
Aunque era un proyecto en el que sólo estaban ellos dos, a raíz de la cuarta etapa se unió a su andadura un chico croata que estaba haciendo el viaje en solitario y que al verlos decidió acompañarlos. Pero no fue el único que cuando los conoció cambió de planes, una vez en Burgos se les unió también una pareja catalana. «Al principio sólo iban a estar con nosotros durante una ruta, pero al final han decidido quedarse con nosotros ya que se ha creado una atmósfera muy buena», aclara Oliver. Pese a que estas sean las personas que van con ellos durante todo el camino, además de su madre que les sigue en un coche de apoyo logístico, durante cada etapa se encuentran con gente que intenta ayudarles cuando hay senderos de mayor dificultad y se unen a ellos durante un tiempo. «Sin ellos muchas veces habría sido muy complicado continuar el viaje porque hay tramos en los que se necesita coger en peso a mi hermano», añade.
Todas estas novedades hicieron que aunque al principio calcularon que siguiendo un ritmo de 20 kilómetros en cada etapa lograrían acabar en un mes y medio, a raíz de que la gente se empezase a unir a ellos cambiase su ritmo. En estos momentos, están haciendo una media de 25 e incluso 28 kilómetros diarios. El único percance más importante que han tenido durante este tiempo fue que se partió el respaldo de la silla de ruedas cuando llegaron a Burgos y al ser fin de semana tuvieron que esperar al lunes para que estuviesen los talleres abiertos para poder repararla. «Cuando le explicamos nuestro problema el hombre decidió hacernos la reparación gratis», recuerda Oliver aclarando que durante su viaje están encontrando a muchas personas muy amables que siempre están dispuestas a ayudarles y que cuando pasan por su lado les sonríen y saludan.
De hecho, pese a que el camino es duro y está lleno de bajadas, cuestas y caminos estrechos en los que corrían el riesgo de caer por el barranco, lo cierto es que para Oliver lo peor en cuanto a accesibilidad están siendo los albergues. «Nos hospedamos en algunos públicos y otros privados y en muchas ocasiones no están bien adaptados». Como ejemplo explica que cuando estuvieron en San Juan Ortega, al llegar a un monasterio tuvieron que subir un gran número de escaleras para ir a las habitaciones, algo que se hace mucho más costoso después de un duro camino, y es que aunque no sean grandes problemas cuando llegas cansado y sin fuerzas lo que menos le apetece es seguir encontrándose con más barreras, según confiesa él mismo sobre lo que siente cuando observa estas dificultades. «Sobre todo nos estamos encontrando con un mayor número de problemas en los albergues públicos», aclara.
Pero aunque de vez en cuando estén teniendo estos inconvenientes, para ellos no son grandes problemas y asegura que está siendo una experiencia única llena de diversión en la que lo importante para los dos hermanos no es el camino en sí, sino las personas que están conociendo y lo que les va ocurriendo durante cada etapa, factores indispensables que hacen que se cree esa «magia del Camino» de la que tanto le habían hablado y de la que ahora puede disfrutar.
Fuente: ideal