Acaba de pasar la temporada de vacaciones decembrinas. Vacaciones, esa maravillosa temporada en la que se busca espacios para compartir con la familia y amigos unos días de descanso para la mente y el cuerpo, después de meses de tareas múltiples y corre corres.
Para la mayoría de los mortales organizar un paseo es cuestión de conseguir un grupo dispuesto a pasar un buen rato, analizar el presupuesto con el que cuentan, buscar entre cientos de posibilidades la que más se ajuste y suene entretenida y disponerse a comprar.
Pero no es así de sencillo para todos. Para las personas con discapacidad la cosa se complica bastante y la oferta se reduce hasta el mínimo.
Digamos que quien va a pasear es un usuario de silla de ruedas. Resulta que va a salir con toda su familia y un grupo de amigos. Digamos que tienen un presupuesto equis que les alcanza para ir a cualquier ciudad de nuestra bella Colombia, teniendo en cuenta además que con este dólar, quién sale al exterior. Digamos que decidieron ir a un destino con playa. Una vez decidido, todo el paseo queda en cabeza de nuestro protagonista: vamos a donde usted esté cómodo. Usted decida.
El señor de la silla de ruedas comienza su búsqueda. Comienza por el hospedaje, llamando primero a los hoteles que tienen el aviso más grande en internet o el que se encuentre en promoción en algún portal dedicado al tema.
- “Señorita, ¿tiene habitaciones accesibles’”.
- “Disculpe señor, ¿qué es eso?”.
Tras una breve explicación de las necesidades, concluyen que hay unas habitaciones más grandes, pero tal vez “no le quepa la silla en el baño”. O en el mejor de los casos, la habitación sí es adaptada, pero no hay cómo llegar al comedor sin obstáculos o cómo entrar a la piscina.
Nuestro viajante se decide por el hotel más accesible o el menos inaccesible, depende de cómo se le mire, que se ajuste al presupuesto familiar. Y se aventura en el paseo, en el que cualquier sorpresa que encuentre tendrá que solucionarla en el camino.
Ahora piensa, ¿cómo llegar hasta el destino? En Colombia solo hay dos maneras de viajar: por tierra o por aire.
Digamos que nuestro viajante decide viajar por tierra, para ahorrar costos e intenta primero averiguar el viaje en bus. Entonces llama a las terminales de transporte, donde le dicen que no hay problema, que tienen rampas de acceso al terminal e incluso baños adaptados y en algunas (si está de buenas) hay ascensor. Pero el hombre se pregunta… ¿y para subir y bajar del bus?
- “Ah señor, ahí si toca cargarlo”.
¿Por qué cargado? ¿Quién lo va a cargar? ¿Qué va a pasar en las paradas?
Y piensa en uno de los problemas ocultos de viajar por nuestras carreteras: ¿En qué lugar puede una persona usuaria de silla de ruedas entrar al baño en el camino?
En España, por ejemplo, se dieron cuenta de que las personas con discapacidad y los adultos mayores eran un mercado increíblemente grande y que preferían viajar en temporada baja, cuando más difícil es sostener los destinos turísticos. Por esta razón comenzaron a invertir en hacer accesibles sus ciudades y ahora son líderes en el tema y muestra de crecimiento y desarrollo.
Interesante, ¿no? En la próxima entrega continuamos la aventura.
Fuente: Vivir en el Poblado