El barcelonés Óscar Jiménez ha culminado hoy uno de los retos que se había marcado para este año: recorrer los más de 700 kilómetros que separan Roncesvalles de Compostela como “un peregrino más” en su silla de ruedas para reivindicar su derecho a viajar y a conocer mundo.

A su llegada a la capital gallega se ha mostrado feliz y satisfecho, al haber conseguido finalizar su viaje, uno que anima a que realice cualquier persona en su situación.

“Claro que sí, tienen que saber que la vida no acaba en una silla de ruedas, yo me he echado a volar, no tiene que haber ningún tipo de problema”, ha afirmado.

Este catalán, que ha cumplido 36 años durante su aventura en el Camino, emprendió su viaje el pasado 17 de septiembre en una aventura que, además de un reto personal, es también un reto solidario con el que ha querido sensibilizar a la sociedad sobre la importancia del turismo accesible, así como sobre las mejoras que son precisas todavía en este campo.

Jiménez proclama que viajar y conocer mundo no debe ser para las personas en silla de ruedas un privilegio sino “un derecho” al igual que para el resto de la ciudadanía, un punto que considera “necesario reivindicar”.

“Hay mucho hecho pero todavía queda mucho por hacer”, lamenta.

Subido a su silla manual anclada a “una handbike Quickie manual attitud” con cambio de diez marchas, al igual que las bicicletas de carretera, para Jiménez el Camino de Santiago ha sido una experiencia “accesible”, ya que en todos los albergues que ha dormido a lo largo de esta semana han estado adaptados, algo que realmente le sorprendió.

“Estaban adaptados, en servicios y para dormir, y eso, siendo albergues”, cuenta.

Algo que para él ha sido “un regalo”, puesto que son esas pequeñas facilidades las que animan a personas en silla de ruedas a continuar viajando y conociendo lugares.

En cambio, le ha resultado más dificultoso el desplazarse dentro de los pueblos y ciudades que visitaban en su recorrido.

“Moverme para llegar al centro de la ciudad, para conocer, no ha sido fácil”, dice

Señala, apenado, que por ejemplo no ha podido conocer el centro de Logroño ni sus restaurantes típicos, hasta el extremo “de no poder acceder”, de quedarse “en la calle”.

Otro aspecto positivo de su ruta ha sido conocer a los peregrinos con los que ha compartido etapas y kilómetros, con quienes ha comprobado que “la gente te anima, te apoya y te da muchos ánimos”.

“Ayer en la subida de O Cebreiro, la gente me aplaudió, y eso te queda para toda la vida. Estoy muy contento”, asegura.

El objetivo de esta aventura es recaudar fondos para que se sigan investigando las lesiones medulares, y para que se fomente el turismo accesible y se elimine uno de los principales problemas: las barreras arquitectónicas.

De este modo el dinero obtenido se destinará a PREDIF, entidad que trabaja para la promoción del Turismo Accesible en España, y el CIDIF (Centro de Investigación en Discapacidad Física de ASPAYM Castilla y León) centro pionero a nivel nacional en desarrollar nuevas técnicas de rehabilitación y Premio Reina Sofía 2015.

Todo ello lo ha impulsado desde las redes sociales, que le han permitido además contar con un equipo formado en total por cinco personas, una de las cuales le acompaña en bicicleta durante su recorrido, para el que ha contado también con dos furgonetas de apoyo.

A las puertas de la Catedral compostelana confiesa que de momento quiere llegar a casa y “descansar, estar un rato tranquilo”, pero advierte que “ya se me ocurrirá alguna cosa seguramente”, un nuevo reto con el que continuar este concienciación a favor de la igualdad.

Fonte: La Región

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