Óscar Hernández es valenciano e historiador. Este verano ha decidido hacer una escapada a Zamora. Es uno de esos turistas de raza, que recala en la capital con la intención de empaparse de una de nuestras joyas más preciadas, el románico. Óscar va en silla de ruedas, algo que no le ha impedido viajar por media España y parte del extranjero. Una vez en nuestra provincia y sobre todo en la capital se ha encontrado con la imposibilidad de acceder a muchas de esas pequeñas joyas de las que hablan las guías turísticas y los libros de historia. Óscar se ha quedado a tan solo unos centímetros de acceder a muchos de los templos de la capital del Duero. “Cuando he llegado a la Plaza Mayor y he subido hacia la iglesia de San Juan me he dado cuenta de que no podía entrar”. Este historiador valenciano viaja en una silla con motor, la que le hace imposible superar pequeños banzos. “Es increíble que no hayan tenido en cuenta poner una pequeña rampa”, señala el turista. A las puertas de la emblemática iglesia del centro de Zamora, una trabajadora le anima a superar el pequeño escalón de acceso. “No quiero que nadie se haga daño al intentar subir la silla”, explica Hernández, que declina amablemente la invitación.
Este turista valenciano lleva ya unos días en la provincia y una de sus visitas fue a la iglesia de San Pedro de la Nave. “Esta todo restaurado y adaptado para personas en silla de ruedas”, pero señala que es paradójico como hay una parte del complejo visigótico del siglo VIII a la que no se puede acceder con la silla. El mismo problema lo encontró en Puebla de Sanabria, “la excusa que me pusieron es que no les dejan poner una rampa de madera”, relata el hombre que ha querido compartir su historia con este diario.
En su periplo también nos habla de la imposibilidad de acceder a San Cipriano y eso sí, destaca el buen acceso a la Catedral, a San Ignacio o a Santa María La Nueva. “Entiendo que no se rompa la armonía del edificio, y yo mismo pienso que no se deberían rebajar los accesos o hacerlos nuevo, solo pido que se tengan cerca unas rampas”.
Las rampas de madera, que se pueden poner y quitar, y que tienen un precio insignificante de entre 50 y 100 euros, no solo facilitarían la entrada a personas en sillas de rueda “sino también a carritos de niños pequeños y a personas mayores”, reflexiona Óscar. El turista ha estudiado la ciudad a fondo antes de recalar en ella y sabe que muchas de las iglesias románicas han sido recientemente restauradas por lo que no comprende que no se implementara un programa de accesibilidad. La que es plenamente consciente de este problema es la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Zamora, María Eugenia Cabezas. “Las iglesias son de la iglesia”, describe la representante municipal que expone que “estamos pendientes de reunirnos con el obispo”. Cabezas, que está en la misma situación que Óscar Hernández, señala que este es “un tema fundamental” porque aunque la Ley de Patrimonio prohibe alterar la naturaleza del edificio, todo se podría solucionar con unas rampas. La concejala pone el ejemplo de la iglesia de San Cipriano, que durante el festival de música del Pórtico se adapta al acceso para las sillas de ruedas. Después de que termina este evento cultural, la iglesia vuelve a ser inaccesible. Además de las que no tienen rampa de acceso, explica Cabezas, se unen las que tienen una demasiado pronunciada o bastante peligrosa como la de la iglesia de La Magdalena.
Las barreras arquitectónicas de las personas que están en silla de ruedas no solo se limitan al acceso a las iglesias o monumentos sino que Óscar también ha tenido problemas al visitar el Puente de Piedra o al acceder a algún local privado. “También suelo tener bastantes problemas para entrar en los restaurantes”, se sincera el valenciano. Eso sí, “ahora tengo la suerte de que puedo comer en las terrazas”, bromea Hernández. En el mismo ambiente distendido, reta a cualquiera a que pase un día subido a una silla de ruedas.
A pesar de su particular denuncia, con la intención de aportar su granito de arena para que esta situación pueda cambiar, Hernández se muestra entusiasmado con Zamora. “No pensaba encontrarme esto, es una ciudad maravillosa”. El valenciano reconoce que había visitado otras provincias de Castilla y León pero que la capital del Duero le ha sorprendido “la que más”. Igualmente, adquiere el compromiso de recomendar la provincia a todos sus amigos valencianos.
Fuente: La Opinión