Natalia Vaquero epipress/madrid Una enfermedad neurodegenerativa de su hijo Álvaro puso a rodar la imaginación de Javier Torrescasana y, ayudado por toda su familia, decidió de un día para otro cambiar de chip y reinventarse. Quería facilitar las vacaciones de 80 millones de personas que solo en Europa necesitan una atención especial por alguna discapacidad o por la edad para disfrutar de su tiempo de ocio con calidad y sin frustraciones. «Nuestro reto es atender y ofrecer experiencias únicas a personas con incapacidades sensoriales, físicas u orgánicas y a aquellas que sufren movilidad reducida por ser mayores o por haber sufrido un accidente que les convierte en impedidos temporales», explica.

Torrescasana diseña vacaciones a medida con destinos sin barreras, auxiliares de enfermería, servicios sanitarios, atención médica, un ejército de reparadores de sillas de ruedas o audífonos y hasta «personal shoppers», guías de la moda, que acompañan a estos turistas tan especiales por las rutas de compras más selectas y más cómodas de las ciudades.

Con este objetivo nació en enero de 2014 Barcelona Special Travelers, la primera y única agencia de viajes que capta turistas discapacitados y con problemas de movilidad en todo el mundo, pero sobre todo por la proximidad en Francia, Alemania y Reino Unido, y que de momento ofrece como destino Cataluña. Pero ya ha puesto su mirada en otras regiones de España, sobre todo Canarias, para ofertar un país verdaderamente «diferente» pero también accesible. Lo que la agencia aún no ha logrado es derribar las barreras mentales que atenazan las cabezas más ignorantes y temerosas que aún deambulan con prejuicios lastimeros hacia los discapacitados sin ver que una silla de ruedas no es más que una circunstancia y que todos tenemos pleno derecho a disfrutar de nuestras vidas.

«Lo que hacemos es solucionar los problemas de todo tipo de personas con necesidades especiales que quieren venir a España de vacaciones», relata Torrescasana, un ex alto directivo de publicidad y marketing que un día se despidió de los anuncios para dedicarse en cuerpo y alma a diseñar programas de ocio para unos clientes que suelen viajar menos que el resto, pero que pasan más tiempo en los lugares de vacaciones, preparan con más ilusión y expectativas esos viajes y que suelen ir siempre acompañados. «La Universidad del Sarre ha dictaminado que solo en 2012 la Unión Europea dejó de ingresar 142.000 millones de euros por no estar preparada como debiera para estos colectivos», lamenta.

España deja mucho que desear en accesibilidad y por más empeño que se ponga siempre habrá ciudades poco recomendables para recorrer en silla de ruedas, como los barrios judíos de origen medieval que no se pueden tocar. «Barcelona es una ciudad más accesible que Madrid», asegura Torrescasana, quien visita junto a su hijo Álvaro, «el especialista sin sueldo en la empresa», hoteles, restaurantes, monumentos y playas para certificar si cumplen o no las exigencias que demandan estos turistas.

«No nos podemos permitir que una persona deposite todas sus ilusiones en un viaje y llegue a un sitio del que apenas puede disfrutar», subraya acostumbrado a ver cómo muchos hoteles con el cartel de accesible al final no lo son. «No es por mala fe del hotelero», justifica, «sino porque muchas veces quien coloca las barras de las duchas o las camas adaptadas es el encargado de mantenimiento y no sabe cómo hacerlo o a veces, los restauradores utilizan los lavabos de los minusválidos como almacén de las cajas de refrescos», denuncia al tiempo que resalta que la discapacidad lejos de ser homogénea afecta de forma muy diferente a cada persona.

Torrescasana defiende un diseño cómodo y discreto, «una accesibilidad desapercibida» como la del arquitecto Enrique Rovira-Beleta, que beneficie a todo el mundo para «concebir espacios, entornos y servicios en los que la vida social y laboral se desarrolle con la menor cantidad posible de obstáculos».

«Vamos a lograr que todas las personas tengan las mismas opciones de disfrutar de sus vacaciones», promete Javier Torrescasana, quien programa con su equipo cursos de esquí, viajes en globo adaptados, vela y hasta surf para personas con lesiones muy complejas y garantiza siempre una «experiencia inolvidable». En su opinión, la inversión que tienen que hacer los hoteleros para que sus establecimientos sean agradables a todo tipo de personas es mínima, les aporta un importante valor añadido y les prepara para las necesidades futuras de una población cada vez más envejecida y con mayores dificultades de movilidad.

Fuente: levante

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